En agua,
y en otros disolventes
(como la acetona
o el alcohol),
es posible disolver sustancias, de forma que quedan disgregadas en las
moléculas o iones que las componen (las disoluciones son transparentes).
Cuando se supera cierto límite, llamado solubilidad,
la sustancia ya no se disuelve, y queda, bien como precipitado
en el fondo del recipiente, bien como suspensión, flotando en pequeñas
partículas (las suspensiones son opacas o traslúcidas).
Se denomina concentración a la medida de la cantidad de soluto por
unidad de cantidad de disolvente.
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